Para algunos todavía resulta increíble, pero no es leyenda urbana que un Jim Morrison ya barbón haya ofrecido en junio cinco recitales en la ciudad de México, esto para un auditorio conformado por jovencitos de la clase alta de la época, y no para una gran masa como esperaban los autores de Break On Through.
Su biógrafo y entonces enviado de la revista Rolling Stone, Jerry Hopkins, escribe en su libro El Rey Lagarto – Lo esencial de Morrison los detalles de aquella visita, originalmente planeada para un concierto en la Monumental Plaza de Toros México.
El promotor Mario Olmos “dijo a Billy Siddons y a otros que la actuación no iba a ser en la plaza de toros, que iba a ser en un gran club nocturno”. Apunta que “llevaba a Javier Castro, el dueño del Forum, con él, y dijo que le fue imposible obtener los permisos necesarios”. La banda se molestó, pero terminó por aceptar el cambio.
Ya en México, se les asignó una traductora y un par de limosinas, y al arribar al Forum “fueron bien recibidos por gritos de fanáticos apretujados cerca de la entrada al escenario; nadie puso demasiada atención cuando Jim salió del auto; estaba irreconocible; se rió brevemente y gritó a los fanáticos, ¡Hey! ¡Aquí! Denle algo al cantante”.
Sobre las actuaciones, Hopkins recuerda que fueron “buenas y bien recibidas” aunque destaca le reacción del público ante el tema The End, de moda en las rockolas citadinas: “cuando Jim llegó a la línea, padre quiero matarte/madre quiero..., todos los muchachos en la audiencia terminaron la frase por él con potentes voces”.
Y también fue un divertido turista. Hopkins comparte que “mientras regresábamos al hotel de un club, de nuevo él estaba un poco ebrio y mientras el chofer aceleraba (...) Jim se asomó fuera de la limosina y apuntó con su dedo como si fuera una pistola; ¡Ándele!, gritaba en español a la noche; ¡Bang... Bang... Bang! ¡Ándele!”.
Por cierto que hubo grupo telonero, los Pop Music Team, cuyo cantante Jorge Berry (el mismo que hoy es conductor de noticias) se animó entonces a saludar a los angelinos en su camerino, sólo para encontrarse al Rey Lagarto tirado en la tina del baño, tocando su armónica y con el agua de la regadera cayendo sobre él.
Luego de cantar para los juniors, Morrison paseó en el Museo de Antropología y en Teotihuacan, donde escaló la Pirámide del Sol. Un año después –ya sin Manzarek, Densmore y Krieger– Mario Olmos lo invitó otra vez a México para una tocada en el club Quid, donde el poeta subió a palomear con Love Army.
Y tras la muerte del carismático vocalista, tres décadas pasaron para que sus viejos compañeros se reunieran bajo el nombre de The Doors of the 21st Century (con Ian Astbury en la voz) y luego Riders on the Storm (ahora con Brett Scallions como sustituto). Regresaron al país en pleno siglo XXI, pero ya no fue lo mismo.
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